Si tu valiente cachorro ahora se paraliza con el camión del gas o el afilador, está en una etapa crítica. No es maña, es biología.
En estas semanas, un solo susto puede marcarlo de por vida. Su sistema neurológico está programado para detectar peligros y asegurar su supervivencia.
Entre las 8 y 11 semanas, todo es nuevo y aterrador. La aspiradora o una bolsa de Soriana moviéndose pueden parecer monstruos. Sé su guía.
Entre los 6 y 14 meses el miedo regresa. Lugares que ya conocía, como el OXXO de la esquina, pueden causarle pánico de repente. Es normal.
Bostezos por estrés, lamerse los labios o cuerpo tenso son gritos de ayuda. No lo jales ni lo obligues; dale espacio para procesar.
Si lo cargas y le hablas con lástima mientras tiembla, le confirmas que hay un peligro real. Tu angustia alimenta su inseguridad.
¿Sonaron cohetes? ¡Es hora de jugar! Actúa de forma divertida y despreocupada. Si tú estás feliz, él entenderá que el entorno es seguro.
Usa trocitos de pollo o premios de Petco solo durante los ruidos fuertes. Queremos que su cerebro asocie el susto con algo delicioso.
México es ruidoso. Si hay mercado o fiesta patronal, mantén tu distancia. No lo metas al tumulto si ves que está colapsando.
Una transportadora con su manta favorita es su zona de paz. Déjalo esconderse ahí cuando el mundo exterior sea demasiado estresante.
Si intenta morder por miedo o deja de comer, busca un etólogo clínico. El castigo está prohibido; solo empeora el pánico de tu mascota.
Esta etapa no es un retroceso, es la base de su personalidad futura. Tu paciencia hoy define si será un perro miedoso o uno con total confianza.
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