Si tu perro camina lento o se resiste al ponerle el equipo, no es flojera. Es dolor biomecánico que podrías estar ignorando en cada salida.
A diferencia de nosotros, los perros no tienen clavícula. Sus patas delanteras se unen al cuerpo solo por músculo. Un arnés mal ajustado es como caminar con ligas apretadas.
Esos arneses con una banda horizontal que cruza el pecho bloquean el paso. Imagina intentar correr con una tabla amarrada a tus brazos. Eso siente tu perro.
Al unirse justo en el esternón, este diseño deja libre la escápula. Tu mascota recupera sus 360 grados de movimiento natural para explorar sin límites.
No midas el cuello como si fuera un collar. Necesitas tres puntos: la base del cuello, el tórax (dos dedos tras los codos) y el largo del esternón.
En climas como Veracruz o Cancún, un arnés muy pegado a las patas causa llagas por humedad y fricción. Busca que la correa lateral deje espacio libre.
¿Dudas del ajuste? Desliza tus dedos índice y medio entre la correa y su cuerpo. Si no entran, estás comprimiendo sus nervios y su respiración.
Muchos arneses se ven bien cuando el perro está parado, pero lo ahorcan al sentarse en el café. Prueba el equipo en todas las posiciones antes de salir.
Los modelos económicos de supermercado suelen tener hebillas sin protección que pellizcan la piel o atrapan el pelo. Revisa cada cierre con cuidado.
No aprietes más el arnés; eso solo causa dolor. Opta por un modelo de tres puntos (con correa en la cintura). Es físicamente imposible que se zafen.
Un perro cómodo explora con confianza y se estresa menos. Además, evitas visitas costosas al veterinario por problemas de espalda a largo plazo.
El ajuste correcto no es vanidad. Es arquitectura preventiva que garantiza que tu mejor amigo envejezca con movilidad y sin dolores evitables.
Consigue la guía de medidas exacta y mira los modelos recomendados para el clima de México.