A solo 50 km/h, un perro de 20 kg impacta con la fuerza de una tonelada. El marketing no lo salvará; la física sí.
La energía cinética ($E = 1/2 mv^2$) no perdona. En autovías como la A-6 a 120 km/h, la velocidad multiplica el riesgo exponencialmente. No es solo el peso, es la deceleración.
Muchos arneses básicos se estiran como chicle bajo tensión. Si el material cede, tu perro impactará violentamente contra el salpicadero o el parabrisas.
En choques laterales, el cuerpo del perro gira con violencia. Si el anclaje es demasiado largo, su columna sufrirá daños irreversibles por la aceleración angular.
No permitas que se mueva libremente. El perro debe ir lo más pegado posible al respaldo para reducir la velocidad relativa antes de que el arnés se tense.
Los sistemas de doble anclaje o conexión directa al ISOFIX son los únicos que controlan eficazmente la rotación. Menos radio de giro equivale a menos lesiones.
Busca arneses con 'desgarro controlado'. Están diseñados para romperse ligeramente y ganar milisegundos de deceleración, protegiendo los órganos internos del animal.
Bajo estrés, las hebillas de plástico se cristalizan y revientan. Exige siempre herrajes de acero inoxidable o aluminio de grado aeronáutico.
El poliéster de alta tenacidad aguanta el sol de España sin degradarse y tiene menos estiramiento. Es el mismo material de tus propios cinturones de seguridad.
¿A qué velocidad fue la prueba? ¿Con qué peso? Si la marca no publica el vídeo del test y el informe de laboratorio, el sello es solo marketing vacío.
La ley obliga a que el animal no interfiera con el conductor. Pero tu responsabilidad ética es que el sistema no falle en el momento crítico de un impacto.
Un arnés técnico no es para que el perro 'no se mueva'; es un sistema de gestión de energía diseñado para salvar vidas. No compres etiquetas, compra ciencia.
Descarga nuestra guía técnica de materiales y aprende a leer los informes de impacto antes de tu próximo viaje por carretera.