Tu mascota está en una ventana biológica crítica. Un error hoy en las calles de Ecuador puede convertirse en una fobia de por vida.
Los periodos de miedo son fases donde el cerebro procesa las amenazas de forma profunda. En cachorros, ocurre entre las 8 semanas y los 14 meses; en gatitos es mucho más temprano.
El escape de una moto en Guayaquil o los truenos repentinos en la Sierra no son solo ruidos. Para ellos, son amenazas existenciales que se graban en su memoria.
Si antes ignoraba la bolsa de basura y ahora le ladra con pánico, está en la 'impronta traumática'. Su umbral de reactividad ha bajado drásticamente.
Decirle 'pobrecito' con voz aguda le confirma que el peligro es real. Tu instinto de protección puede estar empeorando su ansiedad sin que te des cuenta.
¿Escuchó un cohete? ¡Ríe y juega! Si tú actúas de forma exageradamente feliz, su cerebro recibe una señal de calma. El juego es el mejor antídoto.
Usa premios de alto valor, como trozos de queso o snacks especiales de la veterinaria, para asociar los ruidos fuertes con algo delicioso.
Pon sonidos de lluvia o tráfico a volumen muy bajo mientras juegan. Prepáralo para el mundo real desde la seguridad de tu sala.
Evita encuentros bruscos con perros callejeros durante estas semanas. Si ves un conflicto potencial, cambia de acera con calma y seguridad.
La cola entre las patas, el jadeo o evitar el contacto visual son señales de que llegó a su límite. Nunca lo fuerces a 'enfrentar' su miedo.
Lo importante no es que se asuste, sino qué tan rápido vuelve a la normalidad. Si el pánico persiste por horas, es momento de buscar ayuda.
Este periodo no define quién es tu mascota, sino cómo necesita que la guíes. Tú eres su base segura en un mundo lleno de estímulos nuevos.
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