No fue un evento aislado. Fue el vaso que se rebalsó tras días de estrés acumulado en la ciudad.
Imagina que cada susto es una gota. El camión del gas, un timbre fuerte, un perro pesado en la plaza. Tu perro aguanta, hasta que ya no puede más.
Cuando tu perro se estresa, libera cortisol. A diferencia de la adrenalina, esta hormona puede demorar hasta 3 días en desaparecer de su cuerpo.
El ruido de las micros o las construcciones constantes mantienen a tu mascota en alerta. Su paciencia se agota sin que te des cuenta.
¿Se sacudió después de un encuentro? ¿Se lame los belfos o bosteza mucho? Son avisos de que su sistema nervioso está sobrecargado.
El estallido suele ocurrir por algo mínimo, como ponerle el arnés. No es el arnés, es el residuo químico acumulado de los días previos.
Es un reseteo biológico de 72 horas. Significa cero parques concurridos, cero visitas y cero situaciones de estrés para que su cuerpo sane.
Durante el reseteo, suspende los paseos intensos. El objetivo es reducir los sobresaltos al mínimo absoluto para bajar la inflamación hormonal.
Usa alfombras de olfato o snuffle mats. Olfatear libera endorfinas que combaten directamente el cortisol acumulado en su sistema.
Rellena un juguete con zapallo cocido. El acto de lamer es biológicamente relajante y lo mantiene enfocado en una tarea positiva dentro de casa.
Si ya reaccionó, el castigo solo sube el cortisol y garantiza que la próxima vez explote más rápido. Dale espacio, seguridad y silencio.
Tu perro no se volvió agresivo por gusto. Su biología colapsó bajo el peso del estrés urbano. Entender este proceso salva la convivencia.
Aprende a gestionar el entorno de tu mascota y aplica el protocolo de 72 horas hoy mismo.