Ir a consulta no tiene que ser un trauma. Si tu perro o gato la pasa mal, el problema no es él: es el manejo.
Si hay perros y gatos amontonados, el estrés arranca antes de entrar. Buscá clínicas con separaciones claras o barreras visuales como mamparas.
El acero frío y resbaladizo da pánico. Una veterinaria low-stress usa toallas, alfombras de goma o colchonetas para que tu mascota haga pie.
Si tenés un perro grande, ¿para qué subirlo? Un buen profesional en Argentina se tira al piso con él. Respetar su zona de seguridad es prioridad.
El 'scruffing' (agarrar gatos por el cuero) es una técnica violenta y obsoleta. El manejo debe ser mínimo y siempre con el consentimiento del animal.
¿Hay premios de alto valor? El uso de paté o pollito durante la vacuna hace que ni se entere. Se llama contracondicionamiento y es mágico.
El veterinario no debe mirar fijo a los ojos de entrada. El contacto visual directo es una amenaza. Acercarse de costado baja la tensión al instante.
Si el estrés supera al animal, un profesional serio te va a sugerir parar y reprogramar. Forzar una consulta solo crea traumas para la próxima visita.
Un tip clave: dale un poco menos de comer antes de ir. Así, los snacks que le den en la clínica van a ser irresistibles y asociará el lugar con placer.
Si ves maniobras bruscas o frustración, tenés derecho a intervenir. Sos el responsable de su bienestar emocional, no tengas miedo de decir que no.
Para fobias severas, las consultas en casa en Buenos Aires o Córdoba son ideales. Sin transporte ni salas de espera, el animal juega de local.
El manejo low-stress no es 'mimar' a la mascota; es ciencia aplicada para evitar el miedo. Un animal sin estrés sana más rápido y confía más en vos.
Descubrí la guía completa de auditoría y cómo practicar el manejo cooperativo en tu casa hoy mismo.