No es solo timidez, es sobrecarga sensorial. Si no armás su zona de descompresión hoy, su ansiedad podría volverse crónica.
El estrés de la mudanza dispara hormonas que bloquean su aprendizaje. Sin un refugio, tu casa se siente como una amenaza constante para su cerebro.
Buscá un rincón tranquilo pero integrado. Evitá los pasillos o la cocina. Tu mascota necesita chusmear qué pasa sin sentirse invadida.
El ruido de los colectivos o el timbre lo altera. Usá ruido blanco o música clásica para mascotas para enmascarar los sonidos que lo asustan.
Los olores fuertes lo irritan. Limpiá su zona con productos neutros y sumá una manta que huela a su lugar anterior. Es su ancla de seguridad.
Las feromonas sintéticas le dicen a su cerebro: 'Acá estás a salvo'. Es la mejor inversión para bajar los decibeles de su ansiedad inicial.
Para un gato, una caja es un búnker inexpugnable. Ponela de costado con una mantita adentro. Es el refugio más efectivo del mundo.
Elegí una cucha con bordes altos o telas tipo 'corderito'. Sentirse rodeado físicamente reduce su estado de alerta de forma inmediata y natural.
No traigas a tus tíos ni amigos el primer finde. La sobreestimulación social es el error número uno. Menos visitas es más salud mental.
Mínimo una semana de perfil bajo. Dejá que vos seas el buscado. Si lo forzás a interactuar, rompés el vínculo de confianza antes de empezar.
Si pasan 24 horas y no come o si lo notás en pánico total, consultá a un etólogo. A veces necesitan apoyo extra para procesar el cambio.
La zona de descompresión no es un lujo, es la base de su bienestar. Controlar el entorno hoy te garantiza años de convivencia equilibrada.
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