No es falta de respeto, es un problema de "arquitectura". Si repetís mil veces el comando, el problema sos vos. Aprendé a hablar su idioma.
Tu perro es visual por naturaleza. Si movés las manos mientras hablás, él va a ignorar lo que decís para mirar qué hacés. Los gestos mandan.
Fonéticamente son casi iguales para su oído, especialmente a la distancia. Usá palabras con sonidos fuertes que 'corten' el aire de forma distinta.
¿Buscás el premio en la riñonera antes de hablar? Tu perro ya sabe qué viene. Estás entrenando al ruido de la bolsa, no a tu orden verbal.
Si decís 'Sentado' cinco veces, el comando se vuelve 'Sentado-sentado-sentado'. Si no lo hace a la primera, hacé una pausa y volvé a empezar.
En tu casa es un genio, pero en la plaza se olvida de todo. Los perros no generalizan bien; tenés que re-entrenar el comando en cada lugar nuevo.
Si siempre te agachás para que se eche, el comando real es tu cuerpo inclinado. Empezá a quedarte derecho gradualmente para que solo importe tu voz.
Si siempre pedís 'Sentado' y después 'Echado', él se va a tirar al piso solo. Rompé la rutina. Pedile los comandos en órdenes totalmente al azar.
Usá un '¡Eso!' o un clicker en el segundo exacto que hace lo que pediste. Eso separa la acción del premio y limpia la comunicación de ruidos.
Entre comando y comando, quedate quieto. Dejá que procese. El espacio en blanco es donde ocurre el verdadero aprendizaje cognitivo.
Si bosteza o se lame mucho los belfos, está confundido y bajo presión. Cortá la sesión. Divertirse es la única forma de que la señal se fije bien.
Entrenar no es dar órdenes militares, es construir un canal de comunicación libre de estática. Cuando tus señales son claras, el vínculo se vuelve invencible.
Aprendé a elegir los comandos perfectos y evitá los errores que frustran a tu perro en nuestra guía completa.