Si tu peluquero siempre te dice que está 'anudado', estás cometiendo un error invisible pero muy doloroso para tu perro.
Pasar el cepillo solo por arriba crea una falsa sensación de suavidad. Abajo, el pelo muerto se compacta en bloques de fieltro que no dejan respirar la piel.
Esos nudos tiran de la piel con cada movimiento. Además, atrapan humedad y generan hongos, algo muy común en los inviernos húmedos de Argentina.
Olvidate de los peines de plástico. Necesitás una cardina metálica de calidad y un peine de acero (el famoso 'peine de mantequilla').
El pelo seco se quiebra y genera más nudos. Usá siempre un spray desenredante o armá uno casero con agua y un chorrito de acondicionador para perros.
No ataques el lomo primero. Levantá el pelo con una mano y empezá a cepillar pequeñas franjas desde las patas, siempre desde la piel hacia afuera.
No hace falta fuerza, hace falta técnica. Trabajá por líneas horizontales. Si sentís resistencia, no des un tirón; abrí el nudo con los dedos primero.
¿Pensás que terminaste? Pasá el peine de acero desde la raíz. Si se traba en cualquier punto, todavía queda un nudo que tenés que trabajar.
Axilas, detrás de las orejas y donde roza el pretal o el saquito en invierno. Ahí es donde el fieltro ataca más rápido y más fuerte.
Es mejor dedicarle 15 minutos por día que dos horas de pelea el domingo. Hacé que sea un momento de mimos y premios para tu compañero.
Si el nudo es un bloque duro pegado a la piel, no intentes cortarlo con tijera en casa. Podés tironear o cortar la piel sin querer. Llamá al profesional.
El cepillado por capas no es un capricho estético; es el escudo de tu perro contra el dolor y las infecciones. Un manto sano es un perro libre de tirones.
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